El buen católico va a Misa todos los domingos; pero a poco que se distraiga en ella, se reprocha luego no haber seguido bien la Misa. Y yo he de deciros que lo que me parece más grave de esa confesión es el empleo del singular, pues el que dice mi Misa piensa en su obligación personal de cumplir para con Dios un deber de religión; y como es católico cumple ese deber tal y como se lo prescribe la Iglesia; asiste así a una ceremonia cuyo sentido y cuyo valor no le son seguramente desconocidos, y reza en ella cuanto puede. Sin embargo, aunque la Iglesia no le impone nada más, le pide más. Le invita a participar en una oración colectiva, que normalmente se termina con una comida común.
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