Donde Garrigou-Lagrange destacó más fue en el campo de la Espiritualidad. En 1909 leyó La evolución mística de Arintero, lo que ejerció en él un influjo parejo al libro L'Homme.
El proselitismo de Arintero ganó en Garrigou-Lagrange a su más valioso
discípulo. Garrigou-Lagrange lo declara: «Tuvo en mí gran influencia y
me aclaró importantes puntos, que traté de exponer en seguida según la
doctrina de Santo Tomás» (Evolución mística, Madrid 1952, L-LI).
En 1917 abrió una cátedra de Ascética y Mística, la primera de esta
disciplina en una Facultad eclesiástica y la última que abandonara, en
1960. En 1919 alentó la fundación de la revista «La vie spirituelle» y
se convirtió en principal redactor; en 1923 reunió sus lecciones y
artículos en Perfection chrétienne et contemplation selon S. Thomas d'Aquin et S. Jean de la Croix
(Sannt-Maximin, 2 vol.), obra representativa, polémica a grandes
trozos, en la que trata de armonizar la teología ontológica de la gracia
con las descripciones psicológicas de San Juan de la Cruz y de proseguir, desde el ángulo tomista, la ruta abierta por Arintero en la Teología Espiritual.