«El cristianismo no es una especie de moralismo, un simple sistema ético (…). El cristianismo es ante todo don: Dios se da a nosotros; no da algo, se da a sí mismo. Y eso no solo tiene lugar al inicio, en el momento de nuestra conversión. Dios sigue siendo siempre el que da. Nos ofrece continuamente sus dones. Nos precede siempre. Por eso, el acto central del ser cristianos es la Eucaristía: la gratitud por haber recibido sus dones, la alegría por la vida nueva que él nos da».
Este mensaje del papa Benedicto XVI encuadra bien nuestra introducción a los sacramentos. También el s. xxi es tiempo de nueva evangelización 2 y la Iglesia persevera en su tarea de servicio, testimonio, anuncio y santificación, en medio de persecuciones patentes o de la respuesta indiferente de muchos. Todavía hoy, a ojos de nuestros contemporáneos, ciertos aspectos de su vida y misión resultan incomprensibles y ajenos a sus vidas. Es el caso de los sacramentos.