Nada menos que esa es la promesa y la llamada que nos dirige Jesús de Nazaret, el hombre que se atrevió a decir: Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida, porque estaba en una relación absolutamente única con el Creador del Cielo y de la tierra.
Este es nuestro desafío: mostrar qué sentido tiene que Él sea, en efecto, el salvador del mundo, el que triunfó sobre el pecado y la muerte, el que nos conoce y nos ama con corazón divino y humano, el que también a cada uno de nosotros nos puede fascinar y salvar si lo buscamos con sincero corazón.