Observar desde cerca el trabajo de un papa –una intensa mezcla de espiritualidad y de humanidad, al servicio del mundo entero– es asomarse a una actividad absolutamente única, y constituye un verdadero privilegio.
Para un periodista conlleva la responsabilidad de tratar de entenderlo y explicarlo lo mejor posible dentro de los estrechos límites de un diario o las veloces mini-píldoras de un boletín informativo.