Ese deseo del corazón de Jesús desvela el sueño eterno de Dios de entrar en comunión con cada hombre, alcanzando con él una intimidad inimaginable. Hay huellas de ese deseo de Dios en el Antiguo Testamento, pero donde se muestra con mayor expresividad es en el discurso del pan de vida y en las horas cercanas a su muerte y Resurrección.