San Josemaría vio que Jesús quería que todos fuesen santos; todos, sin excepción. Nuestro Señor estaba hablando a la muchedumbre, no a su círculo íntimo, cuando dijo, en el sermón de la montaña: «sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Ese es el Evangelio sin medianías, la buena nueva que los apóstoles predicaron a las naciones.