La información que nos es suministrada revela la red tupida, prepotente en recursos económicos, activa y omnipresente de la cultura de la muerte. Algunos organismos internacionales que debieran ser respetuosos de la soberanía de los pueblos y guardianes de los derechos humanos fundamentales inciden en forma nefasta, en el comportamiento arbitrario de no pocos gobiernos y en la mentalidad de Parlamentos que aprueban leyes inicuas, sin respeto de la verdad del hombre, inspiradas en el pragmatismo y en el positivismo jurídico que intenta sepultar la ley natural, escrita en el corazón del hombre por Dios mismo, el Señor de la vida que con dedo de fuego escribió el Decálogo. La enseñanza de San Pablo conserva la mayor actualidad. Refiriéndose a los paganos escribe “Ellos muestran que la obra querida por la ley está inscrita en sus corazones, su conciencia les da testimonio y sus razonamientos los acusan o los defienden en el día en que Dios juzgará los secretos de los hombres, según mi Evangelio, por medio de Jesucristo”(Rom. 2, 15).
