Durante
la infancia, la influencia genética y la del entorno familiar revisten un
particular protagonismo en comparación con la acción personal biográfica. Un
niño es un niño, no un adulto. Caracteriza al entero organismo psicosomático de
su persona no estar maduro para tomar, con independencia y responsabilidad, el
gobierno de sí mismo y la elección de su proyecto de vida. Hoy sabemos, gracias
a las neurociencias, que los cerebros de un niño y de una niña están formando
sus estructuras y dinámicas neuronales con diferencias sexuales específicas y
de manera muy amplia e intensa. Sabemos también que dicho proceso durará muchos
años y, desde luego, alcanzará toda la adolescencia y le marcará el resto de su
vida.