SARMIENTO AUGUSTO, El Matrimonio Cristiano

«La familia —ha escrito Juan Pablo II— es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre ‘nace ’ y 'crece'» (Christifideles laici, n. 40). Por ley común y normal en el seno de la familia es donde la persona humana comienza y lleva a cabo su integración en la sociedad. En la familia, en efecto, como escuela de virtudes sociales, se forman los ciudadanos que han de ser el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad.
Tan importante es la vinculación de la familia con la sociedad que se puede concluir que la vida y calidad de la sociedad están ligadas al ser y existir de la familia. En última instancia, porque la persona será lo que sea la familia. De ahí la urgencia de que la familia sienta sobre sí la responsabilidad de esa misión y la lleve a cabo con dedicación y empeño. Se sigue de ahí —junto a otras cosas— lo verdaderamente decisivos que, para la humanización de la sociedad, son los trabajos del hogar, que deben ser valorados como tales por la sociedad. También se desprende la necesidad de apreciar en su justa medida la riqueza que supone la confluencia y convivencia de las diferentes generaciones en la familia: los abuelos, los padres, los hijos, los nietos...