Lo escribió su autor en el corazón mismo de su ministerio sacerdotal. No lo escribió retirándose un año a una biblioteca. Durante años, estuvo en medio de la gente, se dejó devorar por ella. Un día logró tomar distancia de su encargo, acuciante y absorbente. No olvidemos que puede haber esclavos de la riqueza, del tener y del poder, pero también puede haber esclavos del trabajo. Experimentó entonces una especie de distanciamiento, que le permitió reflexionar mientras seguía trabajando. Por tanto, no es este un libro «escrito», o transcrito, sino «recitado», confeccionado exactamente tal como él habla.