Transcribo una frase de un apunte personal mío, escrito en Jerusalén la noche del 25 de junio de 1999: "De un arbusto crecido junto al camino de Jericó he cortado una pequeña rama, para tocar con ella la urna donde reposan en Roma los amadísimos restos del hombre que fue el instrumento de quien Dios se sirvió para que mi alma en tinieblas clamase a Cristo, lo encontrase al fin, se enamorase de El y lo siguiera".