FUENMAYOR AMADEO El itinerario jurídico del Opus Dei

 El invierno de 1917-1918 marcó un giro transcendental en la vida de Josemaría Escrivá de Balaguer. Tenía entonces quince-dieciséis años, y era un joven estudiante de los últimos cursos de bachillerato. De carácter alegre, había recibido, en su familia y en los colegios en que había estudiado, una buena formación católica. Era, en suma, un muchacho normal y piadoso, aunque, hasta ese momento, sin particulares inquietudes religiosas. En esa fecha, un hecho en sí mismo pequeño -la visión de las huellas dejadas por un carmelita descalzo sobre la nieve que durante ese invierno cubrió las calles de Logroño, la ciudad en la que vivía-, desencadenó un hondo proceso interior (1). Sintió que Dios se metía en su vida y le pedía una mayor profundidad en su fe, más aún, una disponibilidad plena y radical para secundar cuanto el Señor, en el futuro, pudiera ir manifestándole: eran los barruntos del Amor divino, como le gustará repetir andando los años.

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