Fue un ejemplo para todos, especialmente para los sacerdotes, de quienes es patrono y modelo. Se preocupó por la salvación de sus feligreses, que es y debe ser la primera y principal tarea de todo sacerdote con cura de almas. Él oraba y se disciplinaba por la conversión de sus fieles y de todos los pecadores del mundo entero. También oraba incesantemente por la salvación de las almas del purgatorio.
Los dos pilares fundamentales de su apostolado eran la confesión y la misa, recomendando a todos la confesión y comunión frecuentes.