El Dios al que volvemos a ofrecer nuestra confianza se ha manifestado en la historia y es en ella donde sigue manifestándose, utilizando nuestras manos y bocas humanas. Por lo tanto, intentar descifrar los signos, las huellas, los indicios de la Divinidad en la aventura humana es uno de los primeros deberes del creyente.
Es un deber que se basa en una realidad frecuentemente olvidada: la caridad de la que derivan todas las demás es servidora de la verdad. El pan material para los necesitados parece ser la única obsesión de muchos cristianos de buena voluntad. Y así se olvida que «no sólo de pan vive el hombre», sino de conocimiento del Evangelio de Aquel que dijo «Ego sum ventas».
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