Cuando en 1958 iniciaba su pontificado Juan XXIII, había ya entre los Cooperadores del Opus Dei en todo el mundo –de Italia a Inglaterra, de los Estados Unidos al Japón, a Kenya y a Australia– varios centenares de ortodoxos, protestantes, hebreos y musulmanes; por eso no es extraño que Mons. Escrivá de Balaguer le dijese sonriendo al Pontífice, en una de las frecuentes y cordiales audiencias, «que él no había aprendido el ecumenismo de Su Santidad», y que también el «Papa Giovanni» se riese emocionado en esa ocasión.