Más que privilegios, lo que María recibe de Dios es aquello de que tiene necesidad para cumplir su tarea. Y esa tarea es maternal en un doble sentido: mujer de esta tierra, da a luz al más precioso de sus hijos, a fin de que en él se unan todos los hombres; y María es Madre de cada uno de ellos para conducirlos a todos a Cristo y, mediante Cristo, al Padre. Esta maternidad supera con mucho las fronteras de la Iglesia visible.