FERRER BARRIENDOS VICENTE, Jesucristo nuestro Salvador

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica comienza explicando cuál es el proyecto de Dios para el hombre: «Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerlo partícipe de su vida bienaventurada» (n. 1). 
Esta realidad constituye una maravilla del amor de Dios que deberíamos tener siempre ante nuestros ojos, y no olvidarla jamás.
Sin embargo, parece que nuestro mundo occidental tan secularizado y autosufíciente no espera ni confía alcanzar una vida feliz plena y eterna, y parece tener miras más
cortas y materiales: conseguir el relativo bienestar que le puede proporcionar la ciencia, la técnica o el progreso humano; un bienestar siempre temporal y caduco. De tal modo que la figura de Dios y de la vida eterna no entra en el horizonte de muchos.