Esta obra profundiza en uno de los elementos claves del Concilio Vaticano II, la renovación litúrgica, cuyo espíritu en muchos casos no ha llegado a los cristianos con la misma rapidez que los cambios exteriores. Ratzinger va más allá de la explicación teológica acerca del sentido de unos cambios que pueden aparecer como adaptación al ambiente de una época, y pone de relieve el hecho de que la liturgia —y el espíritu que la impulsa— sea revelación del mismo espíritu que anima a la Iglesia.
Como recordaba al presentar esta obra el obispo Romero Pose, “Joseph Ratzinger propugna que es necesario retomar en sus mismas raíces y orígenes las auténticas motivaciones del movimiento litúrgico, de aquel movimiento que atendía positivamente, y que no despreciaba, la experiencia propiamente religiosa. Ratzinger encuentra las raíces del culto, de la liturgia, en la fe bíblica. Rememora, pues, en la historia de la salvación, cómo Dios nos quiso regalar una liturgia, un modo determinado de ser agradecidos”.
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