En días tan poco favorables para la ideología católica es fácil inclinarse a pensar que el apologista católico haría mejor en ponerse a la defensiva. Hay filósofos que discuten la capacidad de la mente para alcanzar la verdad; hay psicólogos que niegan la realidad del libre albedrío; hay antropólogos que hacen consistir la religión en una ilusión pueril; y entretanto, apuntando sus flechas más directamente contra la Iglesia a que pertenezco, los historiadores no cesan de encontrar puntos flacos en nuestros documentos y los profetas del siglo nos acusan de estrechez ante el tribunal del progreso humano.