En apariencia, parecía sorprendente que algún día yo llegara a ser sacerdote. Aunque mis padres eran profundamente religiosos, e inquebrantables en el mantenimiento no solo de un ambiente piadoso sino también de su realidad, mi infancia fue tal, que ¡solamente Dios pudo hacer de mí un sacerdote!
Mi padre había nacido en Fulda, una ciudad que durante siglos fue considerada el baluarte de la fe católica en Alemania. Su patrón es el Apóstol de Alemania, San Bonifacio, cuyos restos reposan en el interior de la catedral barroca. Mi madre había nacido en el norte, en Hümling, una zona conocida también por la fuerza de su fe. Mi abuelo materno era médico y, durante varias generaciones, la familia de mi padre había mostrado cierta tendencia hacia la práctica de la medicina. Aunque mi padre no era médico, en una zona esencialmente dedicada a la agricultura y a los animales, el ejercicio de la veterinaria era tan importante para sus habitantes como la atención de los doctores.
Mi padre había nacido en Fulda, una ciudad que durante siglos fue considerada el baluarte de la fe católica en Alemania. Su patrón es el Apóstol de Alemania, San Bonifacio, cuyos restos reposan en el interior de la catedral barroca. Mi madre había nacido en el norte, en Hümling, una zona conocida también por la fuerza de su fe. Mi abuelo materno era médico y, durante varias generaciones, la familia de mi padre había mostrado cierta tendencia hacia la práctica de la medicina. Aunque mi padre no era médico, en una zona esencialmente dedicada a la agricultura y a los animales, el ejercicio de la veterinaria era tan importante para sus habitantes como la atención de los doctores.