Todas las historias de conversión son diferentes, como los copos de nieve o las huellas dactilares. Todas son dramáticas. El único relato más dramático que el de la conversión a la Iglesia de Cristo es el de la conversión inicial a Cristo mismo. Pero ambos dramas -llegar a ser cristiano y llegar a ser católico- son dos pasos de un mismo proceso y en la misma dirección, como nacer y crecer. Este libro es una excelente muestra de esa verdad.
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