San Claudio de la Colombière AMIGO PERFECTO Y SIERVO FIEL

En el corto período de dieciocho meses de su permanencia en Parayle- Monial, quizá el P. La Colombière haya hecho más por las almas que todos los anteriores años de su vida.

El jansenismo, en pleno auge en Francia por aquel entonces, minaba en los corazones la confianza en la bondad del Señor y de su Madre Santísima, alejando a los fieles de los Sacramentos, sobre todo de la Sagrada Comunión.

El apostolado que había hecho San Claudio en sus cartas, predicaciones y direcciones espirituales iba en sentido contrario: promovía la confianza en María y la devoción al Santísimo Sacramento. Atrajo, así, a muchas ovejas descarriadas, llevándolas de vuelta al redil del Salvador.

Fundó una congregación mariana para nobles y burgueses, en la que agrupó a los caballeros católicos de la ciudad, y reorganizó la de los alumnos del colegio de la Compañía. Reestructuró el hospital de los peregrinos e indigentes, y predicó misiones en los pueblos vecinos, con grandísimos frutos de nuevo fervor.