Las
ideologías actuales tienen vocación de gobierno: quieren mandar, pero
olvidándose del bien común; buscan imponerse e imponer sus ideas, sus slogans, sus prejuicios. Y lo hacen con
violencia —a veces física, y siempre moral, descalificando a quien no se someta
al «pensamiento único»—. Son ya famosas frases como «quien se mueva no sale en
la foto», o descalificaciones como «homófobo», «fascista», «intransigente»,
etc., con las que se intenta descalificar —callar— a quien se atreva a pensar y
más si, cuando lo hace, busca la verdad. La verdad, se ha dicho, no debe guiar
al hombre, sino al contrario; con frase que suena a blasfema, se defiende que
«la libertad nos hará verdaderos», porque la verdad se construye o se inventa,
pero no existe.