A los ojos del creyente, la riqueza espiritual de la fe cristiana es
inagotable. Pues el conjunto de las verdades de fe forman un panorama de
tal magnitud acerca de la realidad de Dios, del hombre y del mundo que,
como han hecho tantas generaciones de cristianos, siempre se puede
profundizar más en su contenido, en su doctrina moral y espiritual. De
hecho, el cristiano, al leer, meditar esas verdades contenidas de modo
original, fontal, en la Escritura, avanza siempre más, hacia lo hondo
del misterio de la fe, con un mayor aprecio y una vivencia renovada del
don de Dios.