Los Salmos nacieron de la experiencia cotidiana de un pueblo que, con sencillez y pasión, describe la amistad de Dios con los hombres, usando las imágenes propias del mundo en el cual vive. El Señor, de pastor que nos guía por caminos inaccesibles, se convierte también en el que nos defiende en la batalla contra el asalto de los enemigos. Jesús oró a menudo con los Salmos. A los doce años, peregrino hacia el templo de Jerusalén, cantó los Salmos previstos para el camino: “Me alegré cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor, ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén”. (Salmo 121)
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