El autor de estas páginas es un sacerdote que sufrió mucho y a quien el Señor colmo visiblemente. Enteramente desligado de sus notas espirituales, autorizó la publicación de parte de ellas en 1929. Virgo Fidelis, prologada por el R. P. Garrigou-Lagrange, tuvo un gran éxito en Francia y en el Canadá. Su acento «vivido» y su profunda sencillez conmovieron a muchas almas.
Posteriormente, el autor, definitivamente inmovilizado por el sufrimiento, aceptó entregarnos sus papeles inéditos -él, que tan amigo era del Carmelo y que tan impregnado estaba de su espiritualidad-, con la esperanza de poder hacer todavía algún bien a las almas, a las que tanto amaba y a las cuales ya no podía llegar por sí mismo sino en lo invisible. Y murió en el mismo memento en que aparecía la primera edición de La vida oculta en Dios. El señor obispo de Limoges nos autorizó entonces a revelar que bajo el seudónimo de Robert de Langeac se ocultaba el reverendo señor Delage, sacerdote de San Sulpicio y profesor de Dogma del Seminario Mayor. El prelado concluía su escrito con este elogio, que tan hermoso es en su brevedad: «El autor vivía lo que expresaba.»