Como profesor de Teología dogmática, Garrigou-Lagrange sigue la Summa Theologiae, que es «su» libro; seis tomos de comentarios, de corte clásico, ayudándose en el Cardenal Cayetano y Juan de Santo Tomás; una serie innumerable de artículos y algunas «obras mayores» son índice de su fidelidad al neotomismo, al mismo tiempo que revelan las cualidades peculiares del autor: defensa y exposición de la doctrina del «Doctor Común», descubrimiento y ataque del inmanentismo. Para Garrigou-Lagrange, el modernismo es un enemigo que no muere. Basta recordar su grito de alarma en 1946: La nouvelle théologie, oú va-t-elle? («Angelicum», 23, 1946, pp. 126-145). La encíclica Humani generis (1950) de Pío XII ratificó muchas de las tesis por las que Garrigou-Lagrange había luchado. Otro tema que cultivó con atención fue el de la gracia y la predestinación. También en este campo se muestra inflexible con el «neomolinismo» y la teoría de Marín-Sola, poniendo de relieve su garra polémica y su entronque con el tomismo español del siglo XVI.
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